R & C (Reseñas y Comentarios IV)
Reseña
77
de Guillermo Saccomanno
(Editorial Planeta, 2008)
Si a los textos se le pudiera asignar un color, diría que a 77, de Guillermo Saccomanno, le corresponde el gris. Lo digo sin que ello sea significante de la calidad del texto, sino de lo que propone como trama y estilo narrativo; de igual modo en que uno se refiere a la narrativa negra para hablar de un clase de novela policial. En ese sentido, la novela podría ser una iniciadora del tipo novela gris. Desde los personajes –de rasgos tan meticulosamente humanos que se hace imposible imaginar un estereotipo futuro- hasta la descripción de los escenarios y el clima invernal de Buenos Aires, en el que la lluvia y sus variadas intensidades domina “el tiempo que hace” de la novela, representan de alguna manera a ese color.
Los olores constituyen otro aspecto sensitivo dominante: El olor a pelo quemado, el olor rancio del departamento de Gómez -el personaje principal-, la colonia barata, el pis, completan desde ese costado el escenario por donde transcurre la trama.
Vuelve el profesor Gómez. Pero ahora parece más atildado que en “La lengua del malón”. Aplomado, podría decirse, para ser armónico con el color de la novela y con el momento histórico violento en el que transcurre el relato. En realidad está más viejo, (“soy un viejo que se repite”, dice) y eso se nota en su voz. Y hay algo muy interesante de señalar en eso, que es el desafío que el autor tomó al mostrarnos un Gómez representado dos veces, con dos registros diferentes, sutiles. Una voz contando la historia, con más de ochenta años. La otra, con cincuenta y tantos años, siendo protagonista. Aunque, no debe ser visto sólo como un desafío de técnica literaria sino también como la intención del protagonista, que al contarse a sí mismo pretende ser leído y juzgado. Como a una novela. No está mal como pretensión para un profesor de literatura. Riesgoso acto, como el de escribir un diario, como el de leer(lo). Porque la lectura también es un riesgo, como lo manifestaba Sartre, y Gómez se anima a leer la novela de su amiga y también las cartas clandestinas de dos militantes en la clandestinidad. Hecho que nos muestra cierta repetición de su historia anterior en la “Lengua del malón”. Repetición que los más avisados se darán cuenta que no es pereza literaria, sino una cosmovisión respecto de la historia, sobre todo de la historia Argentina.
77 es el título de la novela. En ese año la guerrilla está en retirada, y es el momento más duro de la represión. Dos años antes, Markuse, filósofo alemán -quien, además de Sartre, influyó a los jóvenes del mayo francés- plantea su idea de que es imposible una revolución en el mundo capitalista. Que la sociedad moderna es capaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja en el interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas. Dos años después, en el 79, otro pensador, Lyotard, publica el libro “La Condición Postmoderna ”. Allí nos explica que la sociedad postmoderna se caracteriza por un abandono o descreimiento de los “grandes relatos” (ciencia, marxismo, liberalismo, etc.) que intentaban dar un sentido a la marcha de la historia, prevaleciendo el realismo del dinero que se acomoda a todas ideas y tendencias.
Todo eso -sociedad que te abraza y te cae encima como un tsunami, de paso te socava las ideas, disolución de lo colectivo y privilegio de lo individual- está apuntado en el marco de la narración y tiene en Gómez su cuadro más logrado, en tanto se presenta como un observador de todo ese tiempo y alguien que, sin necesidad de destacar sus contradicciones, (porque todos las tenemos) vive angustiado y tironeado entre la modernidad y la postmodernidad. Angustia que no le permite escribir ni siquiera un ensayo sobre la ausencia, que en realidad es el tema de la novela.
Frente a ese agotamiento de la subversión política armada, en la que se encuentran amigos e hijos de amigos de Gómez, el autor contrapone otro tipo de subversión, pacífica pero no sin los lacerantes efectos de la violencia, por cierto. Desarmada, pero no deja de apuntar al centro de la sociedad moderna con el propósito de herirla mortalmente. El amor homosexual es uno de los ejes de esta subversión, pues es contrario al orden moral estatuido. La fe religiosa y la fe científica positivista -que conviven en cierta armonía- son minadas por la búsqueda de soluciones en la oferta esotérica de videntes, astrólogos y parapsicólogos, que representa el otro eje de la subversión, la de la fe. De esta manera ciencia, fe y moral social, es decir toda la estructura occidental y cristiana, están puestas en discusión de manera permanente. La dialéctica de ese triangulo de hierro con las “nuevas” prácticas del amor, del conocimiento y lo mágico que viene trayendo la posmodernidad están perfectamente captadas en la novela.
La novela es incluso un recorrido por la literatura argentina. Aunque se lo nombra, el espíritu de El Matadero (de hecho en una de las clases que da Gómez sobre el ese texto ocurre el secuestro de un alumno y por otra parte el único día "lindo" en toda la novela) flota en todo momento. La problemática arltiana también está presente: la marginalidad, la astrología, el amor con sufrimiento son los elementos esenciales que forman parte constitutiva de otro orden social. Arlt, Puig, Soriano y la literatura popular se encuentran reivindicados en este libro, pero no de una manera panfletaria o folletinesca. La maestría de esta reinvindicación está en Gómez, está en su forma crítica de ver a los clásicos argentinos, está en la decadente figura de De Franco y la SADE , y, principalmente, está en los pliegues de toda la posición sociopolítica en disputa, que es el marco de la novela.
En el texto se abordan cuestiones interesantes que pueden ser miradas desde otro ángulo, complementarias. En la novela está en juego una idea de campo de concentración que supera la convención, al punto en que uno podría animarse en discutir si se trata de una novela concentracionaria. Sin embargo, el personaje sitúa a todo el país como un gran campo de concentración, y en él las relaciones sociales y experiencias de vida son modificadas desde esa visión. No dudo, entonces que 77 sea este tipo de textos. Y es entonces cuando encuentro aspectos ligados estrechamente a conceptos de la biopolítica, cuya aparición en la novela muestran un verdadero acierto y madurez en el plano de las ideas contemporáneas al catalizar ficción, historia y filosofía. Nadie puede ya leerla como una novela histórica, y no para desmerecer ese tipo de escritura, sino para destacar el delicado equilibrio existente entre esos elementos que permite configurarla como algo distinto. Desde ya, el marco histórico ha sido reflexionado literariamente desde nuevos y apropiados conceptos. Si Giorgio Agamben, profundizando a Foucault y Arendt, nos dice que el nazismo es el paradigma de la biopolítica (algo así como la apropiación jurídica institucional por parte del estado del cuerpo, de la vida), al punto en que considera que el campo de concentración debe llamarse de exterminio, entonces, un ejemplo acabado de ese paradigma es el terrorismo de estado en la Argentina ocurrido desde mediados de los 70 hasta finales del 83. Sus habitantes, futuros muertos, son entregados a lo que el filósofo llama la vida desnuda (o nuda vita). Seres sin derechos de ninguna clase, sin nacionalidad, sin patria, y que por lo tanto, como el homo sacer,1 pueden ser exterminados con impunidad. En la Segunda Guerra , a los judíos, básicamente, gitanos, negros y políticos contrarios al régimen nazi, les eran -antes de ingresar al campo- quitadas sus nacionalidades. Es decir eran desnudados de ropas y de derechos. Si bien en Argentina los campos eran clandestinos, la figura de la desnacionalización fue igualmente válida y aunque no de manera formal –en algunos casos, sí lo era- en lo discursivo todo supuesto guerrillero era llamado “apátrida", es decir sin patria.
Todos estos elementos están recogidos en la novela donde el cuerpo, la vida, lo biológico adquieren centralidad. Quizás por su exclusión, cuando se trata de la desaparición de personas, o de inclusión cuando se verifican modificaciones o cambios a través de las torturas, los golpes, mutilaciones o un embarazo.
77 es una novela trascendente. Nuestro pasado, presente y futuro están condensados en el libro. Puede uno no coincidir respecto del porvenir imaginado por Saccomanno. Podremos ser algo más optimista, quizás. Pero el brillante final del libro no puede pasarse por alto a la luz de los actuales acontecimientos. Ausencia y desencuentro son marca y signo de nuestra historia.
mam, 2008
(1) Homo Sacer. Hombre sagrado. Es el título de uno de los tomos de la obra de Agamben. Estudia la figura del imperio romano que se le atribuye a las personas que cometieron algún delito podían ser sacrificados impunemente, aunque a la vez no reunían los requisitos para un “sacrificio” religioso.